domingo, 19 de febrero de 2012

Sex is...well, just sex



No tenía sexo hace meses. Él tampoco, o eso fue lo que me quiso hacer creer. Supongo que me siento algo sola, a veces. El sexo sin amor no es tan malo; no es tan bueno tampoco. Es lo que es y no es nada más. Toda necesidad de impresionar, de comprender, de disfrutar incluso se van. No hay que alcanzar una meta ni hay que entregarle algo al otro. Si se da, se da. Si mis amigas me preguntan luego les diré eso justamente: que sólo se dio. No sé, cuando fui a su casa no iba en absoluto con esa intención. Era un conocido, amigo de un amigo de un amigo que vi una o como mucho dos veces hace un año atrás. De pronto me invitó a su casa. Tenía la casa sola y todos sus amigos estaban fuera de vacaciones. Se acordó de mi y me preguntó dónde estaba. Conoce más a un par de amigas mías que a mí, las ha visto otras veces y supongo que al acordarse de ellas sumó dos más dos y las conectó conmigo. En fin, yo también estaba aburrida y no suelo rechazar las invitaciones. Reconozco sin modestia que tengo personalidad y empuje. Soy divertida, tiendo a caer bien y no me cuesta iniciar, llevar o seguir una conversación. Tengo tema. Era eso: juntarnos, tomar unas cervezas y conversar un rato. Jugamos cacho, le gané. Le gané dos veces. Le gané tres veces. A la cuarta quiso apostar algo y apostamos un piquero a la piscina en ropa interior (piquero idea suya, ropa interior idea mía). Perdí, curioso. Aún no habían intenciones de nada, pero él luego confesó que fue ese el momento en que adivinó y se mentalizó con el desenlace de la tarde. "Listo" dijo en su mente. Mis planes no llegaron a ese punto. Admito que me entretenía la idea de que me mirara un poco, que se le ocurrieran cosas. Un juego de atracción inocente, un juego nada más. Pero me quité la ropa y salté a la piscina. No alcancé a sacar la cabeza del agua cuando sentí el splash detrás mío. Nos miramos los dos, nos reímos, y en una sola zancada se acercó, me tomó y empezó a besarme, con una respuesta mía instantánea a pesar de que seguía pensando si lo hacía o no. Nunca estuve completamente entregada. Nunca dejé de analizar ni de pensar como me ha pasado otras veces. Estaba procesando cada movimiento y premeditando lo que haría después. Adiviné los suyos y jugué constantemente en mi cabeza, imaginando que era una especie de película cuyo guión me sabía de memoria. Es fácil jugar en el agua, nunca lo había hecho. La ligereza permite casi todo tipo de posiciones. Me desabrochó el sostén con impresionante facilidad, y estamos hablando de tres ganchos con una mano en siete segundos. Tengo esa muletilla: contar los segundos que le toma a un hombre desabrochar un sostén. Entramos a la casa e hicimos el resto en su cama. Estuvo bien, algo chistoso. No fue incómodo al menos. De hecho fue agradable. No podría decir que fue el mejor sexo de mi vida, pero sí el más "cassual" e inesperado. De hecho, mi vasta experiencia anterior ha sido con dos personas, ambos pololos y la primera vez que lo hice  con ambos teníamos todo el día planeado, desde el lugar hasta la coartada para nuestros papás. Esta vez fue absolutamente improvisado. "Se dio". Sólo para aclarar, no me siento "utilizada" ni me siento menos virtuosa ni ninguna de esas idioteces, de hecho creo que yo lo utilicé a él. Pero lo mejor, incluso mejor que el sexo mismo, es la conversación "after". Nos hicimos amigos con esa conversación. Entramos en una confianza distinta a la charla con las cervezas. Siempre he pensado que las relaciones humanas tienen como fin conocer a una determinada persona lo más posible, y con lo difícil que es entrar en el mundo de un otro son necesarias determinadas conexiones. Una de esas es la conexión física, lograda con el sexo. Una vez que se establece se derriban ciertas barreras, colocando a ese otro en una posición o categoría distinta. Es imposible mirar a una persona que te tiraste de la misma manera en que miras a un amigo, aunque sea tu mejor amigo. Sabes que tienes en tu poder información sobre esa persona que la mayoría de la gente no tiene, y confías en él/ella de una manera particular. Eso pasó. Ambos entendíamos que lo que ocurrió era algo absolutamente casual e impulsivo, que podíamos considerarnos un par de sueltos fáciles y no nos cohibimos al respecto. Nos reímos bastante de hecho. Pero todo esto ya lo sabía. Si tuviera que seleccionar el aprendizaje más importante que me dejó esta experiencia sería el siguiente: por atrás no duele tanto.

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